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CRÓNICA - EN TIEMPOS DE CUARENTENA

  • Foto del escritor: Nicolás Ante M.
    Nicolás Ante M.
  • 12 may 2020
  • 5 Min. de lectura

En Tiempos de Cuarentena

Son las siete de la mañana, normalmente me levantaría, tomaría un baño y el desayuno. Elegiría el colectivo más apropiado para llegar rápido a la universidad y después de un largo día fuera de casa, estaría nuevamente en ella para descansar e iniciar la rutina nuevamente. Pero solo me levanto y preparo un café, lo cual nunca acostumbraba a hacer. Mientras espero que el agua herva, mi abuela ve las noticias para enterarse que va el mundo.

“No puedo creer que a mis setenta años de edad me toque vivir una pandemia mundial.”- Lo dice con su tono quejumbroso cuando algo enserio la molesta. Quizás lo único que no perdona es que el mundo le robe la poca libertad que le queda para vivir su vida. Mi tío por el contrario, lo ha tomado más con calma. Cree que son vacaciones y no hace más que complacer sus necesidades humanas, comer y dormir.

Recuerdo que hace unas semanas se anunciaba el posible cierre de las universidades. Me encontraba a la espera de ese comunicado y el cierre de dos academias a las cuales seguía asistiendo cuando se informó que un virus mortal amenazaba el país. El compañero de estudio con el que venía en el colectivo de regreso a casa hablaba por teléfono con su madre, quien le pedía que empacara rápido para que se fuera para el pueblo. A diferencia de mí, él no anhelaba mucho esa idea. Además, no creía mucho acerca de la supuesta cuarentena.

“No creo que entremos en una cuarentena. Eso es para China que fue donde salió esa vaina, y los países europeos que ya tienen muchos casos. Aquí estamos muy lejos, y detectarán uno que otro. Pero no creo que se extienda tanto como allá”. – así repetía palabras de consuelo para la preocupación de su madre.

Efectivamente después de unos días, entramos en cuarentena. Anunciaron que las instituciones educativas continuarían con clases virtuales. Para mi mala fortuna, cuando salió el comunicado ya era tarde para tomar algún transporte de escape para mi pueblo. Cerraron las vías y toda posibilidad para salir de la ciudad.

Ahora nos hemos convertido en entes virtuales, vivimos nuestras vidas detrás de una pantalla. Según el Mintrabajo, el teletrabajo consiste en el desempeño de actividades remuneradas o prestación de servicios a terceros utilizando como soporte las tecnologías de la información y comunicación (TIC) para el contacto entre el trabajador y la empresa, sin requerirse la presencia física del trabajador en un sitio especifico de trabajo.

Pero para los que no están acostumbrados a este tipo de metodología, se puede volver algo complicado a la hora de efectuarlo. Cuando llevaba cinco días de aislamiento, tomaba una de mis primeras clases virtuales. Muchos desconocíamos el funcionamiento de la nueva herramienta de trabajo. El profesor ya no podía estar al pendiente de quien dormía o comía, y así mismo daba sus opiniones acerca de la nueva era.

“Esto es muy nuevo para mí, pero espero me tengan un poco de paciencia. También espero que estén pendientes en clase. Sé que es tedioso estos nuevos cambios para algunos, pero hay dos opciones adaptarse o adaptarse”.

Para una crisis tan inesperada, en sus dos últimas palabras tenía mucha razón. “La verdad es que esto me desespera un poco, pero hago lo mejor que puedo” – agregó después de que un estudiante le dijera como podía apagarle los micrófonos a todos.

Con el transcurso de los días, me fui acoplando a la nueva rutina. Me sentaba regularmente en la ventana de la sala para ver pasar las calles vacías. Se oía una que otra conversación, cuando se trataba de personas que gritaban desde su apartamento por alguna pelea que se volvían más recurrentes.

Una mujer un poco voluptuosa sentada en una silla blanca, sostenía su celular mientras acomodaba sus audiófonos en cada oreja. Después de unos minutos comenzó una conversación amena con un tal “Leo”. Le pedía que viniera por ella y la sacar de la casa. Otra mujer apareció, rubia y con una maleta en sus manos, al parecer llena de ropa.

“Váyase, váyase que nadie la va detener. Bien pueda ¿le pido un taxi?” – Un poco exaltada empujaba la maleta con los pies hacia la mujer que seguía ignorándola.

“Leo ven por mí, no sé cómo vas a hacer. Pero ya no me aguanto más a esta loca” – con su acento costeño, era víctima del acecho de las personas que desde sus balcones veían el espectáculo.

Los videos llamados se hicieron más populares últimamente. Llamaba a mis amigos y familiares regularmente para saber de ellos. Hablaba con una ex compañera del colegio, la que tiene la voz talentosa para el canto, porque siempre hay una. Conversábamos acerca de cómo ha evolucionado la vida de todos los conocidos. Me dio a entender que el encierro la había hecho reflexionar acerca de cómo había llevado la suya. Se sentía impotente al saber que aún no le encuentra un sentido por el cual luchar.

“Mantengo trabajando y gastando, no más. Pero no tengo una meta fija, y en eso he pensado mucho últimamente. Sé que tengo un talento y capacidades que puedo explotar, pero tengo miedos y hasta ahora me vengo a dar cuenta de eso. Si ves lo que causa el encierro” - Era cierto, el encierro nos hace reflexionar.

El ambiente se tornó nostálgico después de risas y sarcasmos. Le pregunté por qué no empieza con dedicarle un poco de tiempo a esas capacidades y así encontrarle un sentido

“No sé, no se” – fue lo único que dijo.

Otro compañero también comentó que no se encontraba feliz con su carrera. Sentía que perdía el tiempo y apenas acabara todo hablaría con sus padres. Por lo contrario, otros se veían muy tranquilos y les gustaba este método de trabajo; así podían hacer muchas cosas mientras estaban en clase.

“Estoy en clase y hago ejercicio a la vez, o como y estoy en clase a la vez. Hasta me baño y estoy en clase a la vez. Sinceramente esto es un relajo, no sé por qué la gente se desespera”

Algunos estaban en el pueblo, en familia. Allá no se veía el encierro como tal durante el día, solo en las noches. Otros estaban en la ciudad, algunos un poco solos. Pero a la final los videos llamados nos unían de alguna forma.

Un colega que trabaja en los medios televisivos, me comentaba sobre la crisis que están viviendo.

“Estamos realizando una campaña con videos grabados por actores, camarógrafos, directores, productores. Los cuales publicamos en redes sociales con el fin de pedir ayuda para el medio audiovisual que ahora se encuentra parado en su trabajo. Ya no podemos grabar novelas ni nada de eso. Y para los que trabajamos detrás de las cámaras es nuestro medio de sustento”.

En las noticias anunciaban también sobre las personas que viven del día a día. Ahora no tienen como sustentar sus familias. La desesperación se vivía a flote. Se hacían recolectas para ayudar a aquellas personas que lo necesitaban. Pero aun así no todos eran abastecidos.

“Definitivamente esta cuarentena nos tiene llevados del verraco”- Sorprende mi abuela, mientras estaba al pendiente de lo que decían.

Se divulgaban quejas al igual que videos de esperanza y resistencia. También subió el mercado de tapabocas, guantes y antibacteriales.

Van cuarenta días de cuarentena nacional. Y es un hecho, el encierro ha sacado muchas emociones en las personas. No todas reaccionan igual. Es evidente como nos enfrentamos al manejo de la ansiedad, la tolerancia, la simpatía, la desesperación. La filosofía y la psicología de cada uno se ven más reflejadas ahora que sienten la necesidad de expresar sus ideas y pensamientos. Todo es una causa y efecto.

Ahora el mundo es virtual y las redes sociales son la manera de estar separados pero juntos. Es un momento en el que tu hogar se convierte en tu universidad, tu gimnasio, tu oficina de trabajo. Ahora el ámbito de la salud y la educación son más valorados. El arte, la gastronomía y la educación física, se volvieron el escape y el entretenimiento para muchos. Los tiempos cambian y hoy en día, un enemigo invisible nos ha hecho salir de nuestras casillas.


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