ANACRONÍAS - CAMBIOS
- Nicolás Ante M.
- 12 may 2020
- 2 Min. de lectura
Cuando anunciaron cuarentena nacional por la epidemia que atacaba al mundo, no le dio tiempo de reaccionar a un rápido escape fuera de la ciudad. Ahora debía pasar el encierro en una pequeña casa en arriendo en Envigado, junto a su abuela y su tío. Cayendo la tarde se encontraba sentado en la ventana de la sala que daba vista a las solitarias calles de una población en aislamiento.
Le dedicaba tiempo a la lectura y a su imaginación. Se preguntaba en qué estaría ocupando su tiempo si hubiera alcanzado a tomar algún transporte que lo llevara a su pueblo antes del encierro. Posiblemente estaría viviendo momentos gozosos con su familia y amigos, como los veía en los post que publicaban muchos de ellos en las redes sociales.
Una llamada lo hizo repensar en lo que sería de él en unos meses cuando la cuarentena concluyera. Su primo le dio la noticia de no poder volver a estudiar a la capital antioqueña durante un tiempo, consecuencia por la crisis económica que estaba viviendo por el aislamiento. Así que debía buscar un nuevo lugar donde alojarse, ya que su abuela y su tío también se irían cuando el encierro acabara.
Recordaba cuando tres años atrás llegó con sus dos maletas; una llena de ropa, la otra de sueños y metas. Ambas empacadas por su madre antes de dejar la casa. Junto a su abuela y algunos primos consiguieron una casa en arriendo. Unos se iban y otros llegaban, pero él siempre permaneció ahí. Ahora esperanzado en amigos que ha hecho durante los años que lleva en la ciudad, estaba listo, un poco asustado e impaciente por empezar una nueva etapa en su vida.

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